Los concursos de diseño/arquitectura/urbanismo

Es probable que muchos no lo recuerden, pero los concursos de arquitectura, tuvieron un momento.  Quienes pasamos ya de las dos décadas de ejercicio de la profesión, recordaremos con facilidad que hubo un «antes», en el que los concursos no eran el pan nuestro de cada día, sino más bien algo esporádico.  Luego hubo un auge, en dónde quien quería estar en la cresta de la ola, tenía que ganar concursos y quien no, en el mejor de los casos era muy creativo para compilar una buena publicación a propósito de las participaciones fallidas.  A día de hoy la circunstancia es que hay tan poco dinero, o que el sistema está tan agotado y caduco o que hay tantos participantes que casi a nadie le interesa un concurso, sobre todo por las poquísimas probabilidades que tienes de ganar, claro, excepto los despachos que cuentan con un ejercito de creativos becarios super explotados.  En estas circunstancias yo me pregunto, por un lado: ¿que pasó? cómo se agotó un sistema que aparentemente funcionaba y por otro, hacia dónde debemos caminar.  Sé que no se puede buscar respuestas solamente en los concursos.  La profesión está en crisis, el mundo está en cambio, se están rompiendo montones de paradigmas y desde allí mi ánimo va hacia tratar de entender los caminos, investigar el sentido y tratar de saber en qué ámbitos hay que colaborar para encontrar un nuevo suelo firme en el que apostar.

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Los concursos de arquitectura consistían en una suerte de apuesta de proyecto sobre unas bases. Estas bases, cuya preparación era otro negocio, pero que no es materia de este post, estaba elaborado por unos «expertos» en la materia.  Mas expertos en hacer bases al método de corta y pega que en la temática materia del concurso, lastimosamente, en otros casos eran elaborados por funcionarios o teóricos carentes de la suficientes destrezas para que en las bases se demandase lo que realmente se esperaba y en el debido análisis de la complejidad necesaria, es decir con conocimiento de causa.  Sobre esto, podría narrar innumerables anécdotas, desde la de un despacho que ganaba concursos de construcción, con partidas más económicas pero imposibles de ejecutar técnicamente.  Por supuesto esto era justificado en la puesta en obra y endosado a un presupuesto suplementario técnicamente justificado.  A día de hoy lo que más me preocupa es la forma mezquina y sobre todo cerrada y poco distribuida en la que se gestionaba el conocimiento y el desarrollo técnico a propósito de un concurso.

El punto de partida eran las bases, qué bien o mal hechas, podían ser por invitación, de pago o libres.  No haré ningún comentario a los «concursos cerrados por invitación» puesto que no merece la pena.  Al ser invitaciones específicas, justificadas o no, públicas o privadas caen ya en una discusión política que no es motivo de este escrito, pero si puntualizar que  no siempre lo legítimo es ético.

Los concursos con bases de pago, solamente incidían en una primera criba o cuantificación de la «potencia» económica de los concursantes.  Primera digo, puesto que siempre podía haber una segunda y hasta una tercera que solían estar relacionadas con garantías, que en muchos de los casos eran desproporcionadas a los montos a contratar y solía haber hasta una tercera que ya incidía en condicionantes técnicos, solicitando muchas veces perfiles de equipos o participantes que vinculaban a condiciones técnicas que adolecían de sentido respecto al encargo en juego.  Nunca comprendí muy claramente el propósito de todo esto, ya que en los concursos abiertos, siempre se podía demandar los mismos niveles de exigencia (justificada o no), lo cual de alguna manera me insinúa un manejo del poder en una forma inadecuada, aunque en algunas veces si que recuerdo de ver concursos que prácticamente sus exigencias casi ponían nombre y apellido.

Una vez dentro del juego, venía el período de preguntas, estas en algunos casos, los menos, la verdad sea dicha, eran de manera cerrada e individual, es decir que a quien preguntaba se le respondía, los otos generalmente tenían preguntas anónimas que recibían respuestas abiertas, es decir que se ponía en conocimiento (tanto preguntas anónimas, como respuestas) de todos los participantes.  A este hecho lo considero de trascendental importancia puesto que era una primera apuesta a compartir conocimiento, en este caso tanto las inquietudes de otros competidores como la respuesta a ellos.

Otro ámbito que me llamó siempre la atención era el de los colaboradores, generalmente profesionales de ramas afines a la naturaleza del concurso, quienes además de formar parte del equipo y cumplir un rol de asesores en los planteamientos propios de la propuesta, eran redactores de su parte correspondiente y más de una vez quienes auspiciábamos de manera directa la participación debíamos convertirnos en una suerte de «mediadores», de las luchas técnicas que se suscitaban entre ámbitos divergentes.

En estas circunstancias siempre me pregunté, cómo se podría hacer para tener un «saco» de opiniones técnicas sobre un problema y poder tomar las que mejor articulen de manera integral una propuesta.  Pues creo que es posible.  En esta medida, creo que es posible el articular una propuesta de evento que sea un no concurso.

Un sumar conceptos, ideas, metodologías a manera de brainstorming y que el trabajo profesional consista en articular las alternativas que de mejor manera se acoplen entre sí, para conseguir una solución integral a las demandas.  La idea en si misma puede parecer notablemente noble o descabellada, pero creo que conjunta criterios que acercan de mejor manera soluciones a demandas.

¿cuales son los beneficios?

Al alejarse de la modalidad de los concursos llenos de glamour y prestigio con tanto postureo en los que «todos sabemos» se juegan intereses ajenos a la solución del problema, estoy seguro que se aporta a la utilidad y la practicidad profesional y eso es una de los factores que más ha alejado a la gente de la verdadera función practica y social de los profesionales.

Las herramientas digitales deben facilitar el acercamiento y la dinámica de compartir conocimiento y generar red.  De esta manera y bajo el anonimato (o no), todos pueden aprender a propósito de la investigación de un problema, sumar elementos para su ejercicio de manera distribuida, abierta y anónima en la que sólo pueda primar la solución al problema.

La Crisis que vive actualmente la profesión y dentro de ella su formación, están atrapadas por falta de una sinergias que proponga nuevas alternativas, «sólo haciendo las cosas de manera diferente podremos tener resultados diferentes», en ello creo que es primordial el abrir nuevas maneras y nuevos debates sobre el ejercicio de la arquitectura.

Creo que existen muchos más, pero sobre ellos creo que es imprescindible hablar sobre la base de la experiencia, dicho lo cual, sólo queda atreverse a organizar un no concurso.

 

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2 comentarios

  1. ¡Buen post! Aunque me parece que es más el preludio de otro post que casi te voy a pedir por encargo, y en el que te vas a mojar sobre CÓMO crees que podrían funcionar ese tipo de concursos 😉

    Me parece importante la nota que haces sobre la definición de las bases, porque es una parte fundamental del enfoque de todo lo que sucede en un concurso. He pensado mucho últimamente que lo que debería ser participativo (en el sentido de incluir a la ciudadanía) en un concurso no es tanto el jurado y la crítica a las propuestas presentadas sino la definición de las bases mismas.

    Por cierto, me ha gustado el vídeo de que el «brainstorm no funciona». Nunca me lo había planteado así.

  2. Gracias Jorge!!! pues aceptado el reto…bueno en realidad es que como bien dices, este es el preámbulo, solo esperemos que sea capaz de pasar de borrador a publicado en menos que lo que dura la carrera hoy en día…je je je!!!pero que sepas que me conviene puesto que venimos (como bien lo insinúo) planeando con alguna gente el experimentar en un intento, a ver si llega la oportunidad y sale.
    El tema de las bases, como bien sabes yo no he sido un «concursero» (entiéndase: el arquitecto que no hace otra cosa que participar en concursos), pero si que hay otro espacio en el que me cansé de engorrosas situaciones, sobre todo en «intervenciones» en las que te pedían «que remplaces una pared, por estar en mal estado (en la redacción) y te encontrabas con que en la realidad correspondía a un elemento portante que era parte de todo el concepto estructural y tenía pintura mural del siglo XVII, ¿me explico? es decir un divorcio absoluto entre los requerimientos y la realidad, que creo que es dónde radica el problema y creo además que esto se relaciona mucho con la manera de comprender los problemas si desde la complejidad o desde una verticalidad estructural del sistema….bueno, tela por cortar!!!
    sobre el vídeo, pues ya ves y te adelanto que por ahí va la salida. Creo que el brainstorm es un gran recurso, pero como todo cuando se pone de moda se llega a sobre valorar y por tanto a deteriorar los resultados, además creo que está muy bien como recurso de ruptura del síndrome del sketch en blanco, pero hasta ahí. El siguiente paso me sospecho que es crítico y de descarte y creo que por ahí es dónde se puede pensar en la estructura de un NOconcurso.

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