2009,

 Update 02.014

He terminado de leer Apuntes autistas de Alberto Fuguet. No sé si seré capaz de escribir mis impresiones, digo esto, porque creo que el lenguaje escrito es grande y versátil. Pero tanto mi retórica, como la compresión del tema, supera mi capacidad de contar o de describir las emociones y experiencias que viví, mientras posaba mis ojos escrutadores, sobre cada una de las palabras que se organizaban línea a línea en cada párrafo.

Coyunturalmente, el final de la historia se juntó con mi memoria personal, alcanzando un clímax escénico, que me llevó a la humedad ocular pública.

Acto primero
Yo, con piel de bronce, y pendiente de plata, sentado frente al sol mediterráneo y, con fondo, cualquier edificio neoclásico.

Soy inmigrante en España. Pertenezco a un país que, en este medio, es conocido por su gente básica, poco culta, poco instruida y fundamentalmente por haber llegado en una gran ola migratoria, estos migrantes ecuatorianos han venido a ocupar roles laborales despreciados por los locales. Si bien por diversas circunstancias profesionales y de interés personal no cumplo con estas características poblacionales, y puedo desarrollarme profesionalmente, mis demandas de socialización no se ven cubiertas por el imaginario local español.

En este contexto, desde hace algún tiempo me estoy cuestionando asuntos trascendentales en mi vida individual y social. A partir de una visita a mi país en el verano de 2008, las preguntas se centraron alrededor de temas como la identidad, la patria, los intereses personales, el oficio, la profesión, la familia, por citar algunos.

Esto me ha llevado a intentar relacionar lecturas de temas que me inquietan y fundamentalmente abrir mi pensamiento a una suerte de reconocimiento, mezcla y aceptación tanto de los elementos de la identidad como de los mecanismos sociales de interacción.

Acto segundo
Yo, con piel de bronce, sentado a contraluz, con pendiente de oro y con fondo de adobes.

Gracias al Luis López redescubrí a Bolívar Echeverría, filósofo ecuatoriano, quien en «Vuelta de siglo» hace una erudita explicación del momento actual; determina momentos que creo son claves, para definir las circunstancias de la época, sobre todo desde la perspectiva de la cultura, el mestizaje y la identidad.

Esto trastocó la percepción de los elementos que conforman mi identidad y, más que eso, generó una nueva perspectiva a partir de una simbiosis entre lo leído y lo vivido como inmigrante, en los dos últimos años.

Acto Tercero
Aparezco sentado en mi ordenador una tarde de agosto, o septiembre, no lo sé con precisión. Solo tengo seguro que aún hacía mucho calor. Mientras trabajaba en mi portátil, a través de la Web escuchaba un programa de radio que entrevistaba telefónicamente Alberto Fuguet. De esa entrevista me quedan un par de impresiones. Pocas en realidad, pero muy inquietantes.
habla de la teoría de MacOndo, de la cual yo no tenía ni idea, me intereso en el tema pero no logro conseguir el libro porque lleva agotado más de diez años. El mismo escritor afirma que esto le ha producido más problemas que satisfacciones, pero eso lo entenderé luego; el siguiente dato interesante, para mí, fue que hablara de Ernesto Quiñónez, un ecuatoriano que vive en Estados Unidos y escribe en Inglés, Bodega dreams, traducida al español como El Vendedor de sueños; consigo la novela, la leo y no me aporta mucho, me divierto, me agrada su narrativa, pero nada más, especialmente no me aporta nada acerca de lo que busco.

Acto cuarto
Compro Apuntes autistas, en una librería on-line de Santiago de Chile me llega y la leo, no la devoro, la mastico pausadamente, con calma, disfruto cada media hora o cuarenta minutos que tengo para leerla.

Cada página me produce un cúmulo de emociones. Estoy ahí, me encuentro charlando con un amigo contemporáneo que ha vivido y ha tenido experiencias muy similares a las mías. Me encuentro conmigo.

Sé que no soy cinépata ni cinéfilo, no he visto ni una décima de las películas que ha visto el autor y, menos aún he leído todos los libros que ha leído él, pero cada comentario a cada película o libro o anécdota tiene elementos que los encuentro propios.

Entiendo la teoría de MacOndo, entiendo que es parte de mi identidad, pero que mi Macondo aún es mucho más grande dentro de mi experiencia y mi realidad.

Entiendo que un libro puede ser «sanador» cuando enseña y permite recordarse que uno, no es tan raro, tan apátrida, tan poco patriota, tan alienado, que uno vive tan cerca del límite del estoicismo y, sobre todo que esto en sí no es tan malo, todo lo contrario, que allí es donde radica la riqueza interior e intelectual que uno puede tener.

Entiendo que no estoy solo y sé que esto es bueno.

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